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En México, los partidos políticos son como esos viejos camiones urbanos que, por más pintura que les den, siguen echando humo y traqueteando en cada bache. A base de lana mantienen lo que les queda de pasajeros —perdón, militancia— y con la llamada sociedad civil viendo desde la banqueta, sin muchas ganas de subirse al camión o, peor aún, de comprar su propio vehículo electoral.

En ese ambiente aparece un nuevo partido, hecho adobe tras adobe, con las siglas que, curiosamente, son las mismas de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo: Construyendo Solidaridad y Paz (CSP). Ligado al extinto Partido Encuentro Solidario de Hugo Eric Flores, su sello evangélico es lo de menos; lo importante es que sin dinero fresco, un partido nuevo no llega ni a la esquina. Pero cuando la president

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