Desde el instante en que respiramos por primera vez, comenzamos un viaje hacia la plenitud. Sin saberlo, nos enfrentamos a desafíos cotidianos que iban forjando nuestra forma de ver el mundo. En la infancia, todo nos sorprende; en la adultez, aprendemos a levantar escudos invisibles para amortiguar los impactos de la vida. Y así, sin notarlo, fuimos moldeando una personalidad protectora que nos alejaba del dolor… pero también de la posibilidad de transformar nuestra realidad desde la raíz.
Durante mucho tiempo creí que pensar en positivo era suficiente. “Si deseo algo con fuerza, llegará”, me repetía. Pero la vida, maestra, incansable, me mostró que no se trata solo de pensar… sino de pensar con dirección, con conciencia, con alma. Porque no todo pensamiento se materializa. Solo aquellos