Abel Ramos, de 35 años, y Jaime Aparicio, de 37, eran amigos. No conocían de nada a Mircea Spiridon. Quizá tampoco habían oído hablar de Edmund Burke (1729-1797). Pero, a pesar de que vivió en una época en la que ellos aún no había nacido, este filósofo, escritor y político irlandés sí los conocía a los tres. En realidad, estaba hablando de personas como ellos cuando dijo: “Para que el mal triunfe solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. Abel, Jaime y Mircea, las tres víctimas mortales de los incendios que asolan España, eran hombres buenos.
Los tres eran voluntarios y fallecieron intentando ayudar a los demás. El primero en caer, en plena ola xenófoba, fue el rumano Mircea Spiridon, mecánico de 50 años, padre de dos hijos y vecino de la localidad madrileña de Tres Cantos.