Felipe Hernández, un comerciante de 65 años residente en Molina de Segura (Murcia, en España), había vivido durante años una terrible convivencia con su exesposa, quien lo echó de su hogar.
A raíz de la separación, él cedió a su familia (su exmujer y sus cuatro hijos) la mayor parte de sus bienes, incluyendo los ingresos de su negocio y de sus propiedades, quedándose solo con la tienda familiar y dos plazas de garaje .
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Tras la separación, se refugió con su madre y comenzó una nueva etapa con su pareja, Toñi. Planeaba jubilarse y disfrutar de una vida tranquila tras años de trabajo en el negocio familiar. Sin embargo, esa decisión desencadenó una reacción hostil por parte de sus hijos, quiene