Un rostro arrugado , como su cuerpo, el de una "puta vieja barbuda de pelo teñido" en canas que, vestida con "faldas prolijas y largas", se asoma por la puerta de una casa en la aldea. En una mano, también marcada por el paso y peso de los años, sostiene un manojo de hierbas; en la otra, ponzoñosos ungüentos .
Por encima, en el cielo negro , tres figuras ataviadas con sombreros puntiagudos se elevan en el aire . Flotan sujetando a otro individuo, desnudo, abandonado en sus brazos. En el suelo, dos personas se esconden como buenamente pueden. Usan telas. También sus propias manos. No miran. No escuchan. No quieren. Tienen miedo.
No son los únicos. Un poco más allá, en un bosque, un grupo de mujeres desnudas, rodeadas de cabras , búhos y gatos prepara pócimas en calderos h