Hace 80 años, el mundo contempló por primera vez el rostro devastador de la energía atómica. Hiroshima y Nagasaki se convirtieron en símbolos del horror, la muerte y el límite moral que nunca debimos cruzar. Hoy, ocho décadas después, somos testigos de escaramuzas que ponen en vilo al planeta.

En junio de este año, el conflicto entre Israel e Irán reactivó los temores más profundos de la humanidad. El ataque israelí a instalaciones nucleares en Teherán y Natanz, en respuesta al presunto enriquecimiento de uranio por parte del régimen iraní, mostró cuán delgada es la línea entre la disuasión y la guerra total. Y nos volvimos a preguntar ¿Puede el uso o la amenaza de armas nucleares justificarse moralmente?

Las bombas lanzadas sobre Japón, con su saldo inmediato de más de 100 mil muertos,

See Full Page