No es cosa. No es conciencia. Es lo que está debajo de ambas.

El cuerpo no se sienta a pensar si es cosa o conciencia. No se mira al espejo con angustia heideggeriana. No escribe ensayos sobre el “ser para la muerte”. El cuerpo no se detiene a preguntarse si es un objeto entre paréntesis o una conciencia que flota. Simplemente es . Y ese es nos salva de una vida vivida en abstracto.

Nosotros, en cambio, vivimos colgados entre paréntesis: que si el yo, que si el deber ser, que si la productividad. Nos tratamos como objetos con conciencia intermitente: funcionamos cuando nos conectamos, nos apagamos cuando no rendimos. ¿Y el cuerpo? El cuerpo sigue respirando, sudando, deseando. Aunque tú no lo notes . Aunque creas que lo dominas.

Los filósofos pusieron al cuerpo entre corche

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