México, cuna ancestral del maíz, enfrenta hoy una realidad alarmante: más del 90% del maíz que consume proviene de semillas transgénicas importadas principalmente de Estados Unidos, bajo el control de la poderosa corporación Monsanto-Bayer, este maíz, modificado genéticamente y protegido por patentes internacionales, no brota en las tradicionales milpas mexicanas ni respeta los rituales que durante siglos acompañaron su cultivo. En cambio, llega a México desde extensos monocultivos en estados como Iowa y Illinois, donde es rociado repetidamente con glifosato, un herbicida clasificado por la Organización Mundial de la Salud como "probablemente cancerígeno".
Desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, la dependencia del país al maíz extranjero se ha