Por WAFAA SHURAFA y SAM METZ

DEIR AL-BALAH, Franja de Gaza (AP) — Tras madrugar para hacer fila durante una hora bajo el calor de agosto, Rana Odeh regresa a su tienda con un garrafón de agua turbia. Se seca el sudor de la frente y calcula cómo racionarla para sus dos hijos pequeños. Tan solo por su color, sabe perfectamente que probablemente esté contaminada.

La sed supera al miedo a enfermarse.

Llena botellas pequeñas para su hijo y su hija y sirve un sorbo en una taza de té para ella. Lo que sobra lo guarda en un bidón para después.

“Nos vemos obligados a dársela a nuestros hijos porque no tenemos otra alternativa”, dijo sobre el agua Odeh, quien fue expulsada de su hogar en Jan Yunis. “Nos provoca enfermedades a nosotros y a nuestros hijos”.

Estas escenas se han convertido en la d

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