Sentados en un banco de madera, dentro del salón donde cada domingo entrena a sus discípulos, respirando el dulzor maduro de las plantas de cacao sembradas en el patio de la casa, Miguel Lourido me cuenta que los antiguos macheteros caucanos “hablaban mucho de los duelos con el diablo, dizque buscaba a los mejores para derrotarlos”.
Aquí, a dos cuadras del parque principal y la iglesia Inmaculada Concepción, se encuentra la Academia de Esgrima de Machete y Bordón, dirigida por el maestro Lourido, heredero de u na tradición ancestral recibida de los últimos macheteros que usaron este conjunto de técnicas de defensa para proteger a sus comunidades y ganar la libertad, pero que luego —acabando las grandes guerras patrióticas— decidieron convertirlas en un arte.
El maestro Miguel Lourido f