
La agenda de la cumbre de Alaska entre Donald Trump y Vladímir Putin fue organizada a contrarreloj durante los últimos días, y alterada sobre la marcha ya en el mismo viernes, culminándose con la cancelación del almuerzo que las delegaciones de ambos gobiernos iban a tener tras las reuniones. El plan inicial era que Trump y Putin se vieran a solas antes de que los equipos de trabajo de ambas administraciones se reunieran para perfilar los detalles de lo que hubieran marcado sus jefes. Todo cambió a última hora, y Trump siguió el consejo de sus asesores: finalmente, ambos presidentes estuvieron acompañados de sus principales asesores, en el caso de EEUU, Marco Rubio y Steve Witkoff.
Tras la reunión, de algo más de dos horas y media, ambos mandatarios comparecieron para una rueda de prensa sin preguntas, que abrió el ruso y cerró el estadounidense. El plan inicial señalaba que la jornada se cerraría con un desayuno-almuerzo entre las delegaciones de ambos países, pero esto se canceló a última hora tras no alcanzarse el objetivo de lograr un alto el fuego en la guerra de Ucrania. Donald Trump adelantó su regreso a Washington D.C., donde voló nada más finalizar la cumbre.
Este es un detalle más que ilustra los pocos avances logrados en esta reunión, más allá de las buenas palabras y buena sintonía que ambos mandatarios trataron de exhibir durante los saludos iniciales y su comparecencia final. «Hemos logrado grandes progresos, pero no habrá un acuerdo hasta que haya un acuerdo», señaló Trump tras la reunión, añadiendo que iba a llamar por teléfono a diferentes líderes para informarles de esos progresos. Por su parte, Putin consideró que la reunión se desarrolló en un «ambiente respetuoso, constructivo y de mutuo respeto» y ha dejado claro que para la paz con Ucrania «necesitamos eliminar todas las raíces, las causas principales de ese conflicto».