Aquí la figuración se presenta como un artificio. No es la imagen lo que importa, es el acto de su descomposición, esa conciencia adorniana de que el arte, tras Auschwitz y la era de la publicidad, no puede ser inocente. Así, cada figura en sus acuarelas es un palimpsesto irónico. Un cuerpo que transporta las huellas de su propia falsificación.

De esa manera, el color funciona como un oxímoron visual, saturando y negando al mismo tiempo la promesa de placer estético. La risa, recurrente en sus personajes, antes que júbilo es grieta. Esa hibridez le permite operar desde lo posmoderno sin someterse a su banalidad, transformando la cita en detonador crítico.

Nacido en 1937 en La Boca, un enclave proletario que prefiguraba su recomposición del mundo como teatro desplazado, Sergio Camporeale

See Full Page