El regreso de la isla en barco lo marca la lectura de la conmovedora ‘El ancla de la misericordia’ del escritor de aventuras francés

Me he despedido de Formentera desde el ferry no lanzando una botella al mar con un mensaje melancólico como el año pasado, lo que me granjeó quejas por contaminar los océanos (espero que no fuera por mi prosa), sino con una pequeña libación de licor de hierbas de la isla. Y eso que tras la lectura estas vacaciones de La isla misteriosa, de Julio Verne , podría argüir que los mensajes en botella han salvado vidas, como la del capitán Grant o la del asilvestrado contramaestre Ayrton. Pensé también en echar al agua mi flamante gorra nueva que lleva inscritos muy saladamente el nombre de Formentera y las coordenadas de la isla (38º42’N 1º27’E) e imitar así

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