La cumbre de Alaska pasará a la historia, pero no como esperaba la Casa Blanca. Quedará registrada como el naufragio de la diplomacia amateur que el amiguismo corrupto de Trump ha instalado en el Gobierno

Una vez más, Trump amenaza y no da. Cuando quien tiene enfrente es más fuerte, claro. Si es más débil, entonces saca pecho y se crece. Basta comparar el trato más que deferente hacia Putin en la Cumbre de Anchorage con la vergonzosa y humillante encerrona que organizó para Zelensky en la Casa Blanca. Alfombra roja, desfile aéreo, aplausos y sonrisas, asiento compartido en la limusina blindada presidencial y ni un solo reproche para el dictador sobre el que pesa una orden internacional de detención por crímenes de guerra y que ha rechazado una vez más el imprescindible alto el fuego pre

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