Vladímir Putin llegó a Alaska, a la fugaz cumbre con Donald Trump, habiendo ganado ya la batalla y la guerra: las de su rehabilitación internacional. El presidente ruso pisaba territorio estadounidense, invitado por la Casa Blanca, en un estado que durante la Guerra Fría fue un puesto avanzado frente a la URSS. Lo hacía pese a la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional, y sin haber cedido un ápice en su postura sobre Ucrania que a pesar de todo lleva invadida desde 2014. A ojos de sus aliados y de buena parte de su opinión pública, ya no era el paria diplomático que Occidente quiso aislar.Putin aterrizaba acompañado de una delegación de empresarios rusos, en busca de reabrir canales comerciales con la primera potencia mundial, y en un contexto en el que Rusia intensificab
Putin se rehabilita gracias a Trump y explota su imagen de líder fuerte

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