No es nuestro mayor político del milenio -ese es Alan García- pero tiene la mejor dramaturgia. Por eso tuvo más aceptación que todos.
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En esto hay algo paradójico pero clave: Narra bien porque no es expresivo. Me explico. Su neutralidad gestual -no pierde los papeles, no se emociona, no se despeina- le permite, ‘cool’, sostener el cinismo, la mentira y otras formas de negación de la realidad. Otros políticos se delatan con facilidad. Él no.
Su estrategia de defensa es antológica: le hablas de testigos que confiesan coimas, vouchers de la plata que sacaron del banco para darle, su historial de llamadas con el coimero; y él te dice, con desarmante naturalidad