La Feria del Centro de Málaga despierta con un toque festivo que recorre cada calle. No hay un solo rincón sin farolillos, que cuelgan como pequeños soles de papel, ni un espacio vacío de gente. La muchedumbre, ansiosa por sumergirse en la fiesta, busca refugio bajo cualquier sombra esquiva, mientras el calor de agosto se mezcla con el aroma dulzón

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