Con la fachada de guía turístico, Marco Antonio Modesti Cañizalez contactaba por redes sociales a ciudadanos extranjeros que visitaban Bogotá, y se ganaba su confianza para que le permitieran acompañarlos a conocer la oferta cultural, gastronómica y de entretenimiento en la ciudad.

Todo correspondería a un plan delictivo en el que presuntamente terminaba por suministrarles sustancias tóxicas a los viajeros para ponerlos en estado de indefensión y arrebatarles sus pertenencias.

De acuerdo con las denuncias recibidas y los elementos materiales probatorios recopilados, los hurtos ocurrieron en los hoteles en los que se hospedaban las víctimas. Allí finalizaban los recorridos que ofrecía Modesti Cañizalez, y donde las convencía de departir durante algunos minutos para ofrecerles un

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