Hace muchísimos años, yo acababa de volver de hacer mi doctorado en la Universidad de Harvard, un programa que dura entre tres y cuatro años, y una empresa cuyo presidente había hecho un programa en el IESE me pidió que me incorporarse a su consejo de administración. Yo le dije que nunca había estado en un consejo, aunque en Harvard había acompañado al profesor que era mi jefe más importante a alguno de los consejos en los que participaba.

Me incorporé al consejo de la empresa española y en mi primera asistencia fui presentado muy bien por el director general. Me habían dado unos días antes un notable conjunto de datos sobre la marcha de la empresa: su balance y su cuenta de resultados, las dos cuentas correspondientes al año anterior, y unos pequeños resúmenes de cosas que se discutirían

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