Es pavoroso que España arda por los cuatro costados, o más bien por aquellos en donde hay madera y yesca, y no crecientes secarrales donde ya el fuego hizo lo suyo. Me niego a atribuir estos desastres a criminógenos poderes en la sombra. De expertos en incendios con mamelas partidistas o afán de resonancia mediática está el país tan lleno como de inclementes llamas. Se culpa, sin vergüenza, al lobby de las fotovoltaicas, al de los campos de golf o, cómo no, al inmobiliario. Más infamia: son los narcos franqueando su logística de alijos, y despistando a la Guardia Civil, la Policía y los medios de vigilancia autonómicos o de Interior. Hasta un ataque de ígneos drones marroquíes sobre la parte española del Estrecho hemos oído como culpables.

También indocumentadas, mis narices y muchas otra

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