Lejos, demasiado lejos, me toca escribir del horror que quema nuestra tierra. Con esa extraña sensación de que, ante cualquier momento de disfrute, ante cualquier rastro de belleza en el camino, aparece una sombra que empaña los buenos momentos. La sombra del fuego. Poco puedo aportar a lo que se ha dicho y lamentado estos días. Menos aún desde la distancia, que magnifica, adultera y retuerce la realidad. Sólo contaré que apenas dos días de la fatalidad estuve navegando en piragua por el lago de Carucedo y contemplando las Médulas desde el mirador de Orellán, desde la misma pasarela que hoy ya no existe. Lugares increíbles que no fueron cuidados con la suficiente atención y cuya recuperación se prolongará durante mucho más tiempo del deseado. Y, por encima de todo, las vidas perdidas en la

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