La frase publicitaria “Nunca más”, utilizada hoy por el mileísmo como bandera contra el reservorio kirchnerista en la provincia de Buenos Aires, fue en verdad un silencioso y previo “Nunca más” contra Mauricio Macri y aquellos que lo rodeaban (Miguel Pichetto, por ejemplo). Tuvo éxito: no hubo necesidad de vitalizar la apelación histórica y emblemática para deshacer el esqueleto del ingeniero boquense, aunque todavía resiste la columna de Capital Federal. Esa muda vulgarización del símbolo de los derechos humanos esterilizó al PRO y a sus amigos, que se han quedado con la fantasía –en muchos casos– de que en el futuro se van a convertir en un Caballo de Troya si se llegara a desmoronar el oficialismo. Así debe pensar un Macri obligado a la paciencia –llamada resiliencia por sus cercanos–,

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