Pedro tiene 32 años y todavía vive en casa de sus padres. Terminó la licenciatura hace diez años con un promedio sobresaliente. Desde niño y a lo largo de su juventud escuchó una y otra vez la misma frase de sus padres: “Estudia para que tengas un futuro mejor que el nuestro”. Él obedeció, se esforzó y cumplió con lo que se esperaba de él. Sin embargo, al recibir su título universitario, las puertas no se abrieron como había imaginado. Encontró empleo, sí, pero el sueldo apenas alcanza para cubrir sus gastos personales y algunos caprichos. Todo lo demás —la vivienda, la comida y los servicios básicos— sigue siendo costeado por sus padres.
En el marco del Día Internacional de la Juventud, que se celebra cada 12 de agosto, conviene detenernos un momento y mirar de frente una realidad urgent