La semana pasada se celebró la Feria de Editores 2025, de la que participaron más de trescientos. Ir a la FED es una experiencia asfixiante, ya que transcurre en un galpón lleno de stands y de gente entusiasmada con los libros, lo que hace felices a los participantes, contagiados de ese raro fervor cultural asociado al hacinamiento. Claro que, como ocurre en todas las ferias desde que los campesinos iban a vender sus chanchos, hay que ver cómo le va a cada uno. Y no a todos les va igual: unos colocan los libros con asombrosa facilidad, otros son víctimas de la indiferencia del público sin que el volumen de las ventas estén en relación con la calidad de la mercadería ofrecía. Pero esas son las reglas de las ferias.

A mí, en particular, me fue bien en la FED. Claro que no fui a vender libro

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