La política social no puede quedar al margen de los principios libertarios que hoy se presentan como un nuevo paradigma económico, social y político.
Es indispensable abandonar los enfoques populistas y socialdemócratas que han conducido a la desmesura del gasto público, a una presión tributaria asfixiante, a la destrucción de la cultura del trabajo y a la condena de millones de personas a una dependencia crónica del Estado.
El problema no es solo económico, con estancamiento y decadencia persistentes, sino también social, con pobreza extendida y marginación estructural, y político: en lugar de una democracia de ciudadanos libres e independientes, tenemos elecciones condicionadas por la necesidad y dominadas por los intereses de quienes viven del Estado.
Diferencias y consecuencias
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