
Mover cosas en secreto es casi una costumbre. La administración estadounidense ha ejecutado programas enteros sin avisar a sus propios aliados, firmando acuerdos a espaldas de quienes, en teoría, tenían derecho a decidir. La política de lo clandestino no fue exclusiva de una época concreta. Ha sido un hábito consolidado tanto en guerras abiertas como en tiempos de paz.
Las bases, documentos o armamento oculto no son anomalías en su historial, sino parte estructural de su funcionamiento estratégico. La historia de Camp Century , en Groenlandia, no es más que otro ejemplo bien enterrado —literalmente— en ese expediente opaco.
Camp Century empezó como un proyecto experimental que escondía una intención mucho más ambiciosa
A finales de la década de los cincuenta, el Pentágono decidió construir una base subterránea a unos 240 kilómetros al este de la actual base espacial Pituffik , dentro del casquete glaciar del noroeste de Groenlandia. El proyecto fue dirigido por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense y bautizado como Camp Century.
La construcción se inició en 1959, bajo un supuesto propósito científico : ensayar métodos para levantar estructuras en hielo permanente. Según los informes presentados a las autoridades danesas, la base servía para estudiar el comportamiento del PM-2A , un reactor nuclear transportable, y probar técnicas de habitabilidad en climas extremos.
El problema era que esa versión oficial omitía la parte principal del plan . La verdadera intención estaba contenida en un programa paralelo conocido como Proyecto Iceworm . Consistía en excavar una red de túneles de cientos de kilómetros bajo el hielo y desplegar allí más de 600 misiles nucleares de alcance medio, ocultos a los satélites soviéticos y capaces de sobrevivir a un posible ataque inicial. En teoría, Camp Century sería el primer paso experimental para desarrollar esa red secreta de silos.
En la práctica, lo que se construyó fue una ciudad subterránea con capacidad para alojar a 200 soldados . El complejo tenía 21 túneles interconectados, que sumaban casi tres kilómetros de longitud, con zonas de descanso, laboratorios, hospital, capilla, instalaciones de ocio y transporte eléctrico interno. Todo funcionaba con energía generada por el reactor nuclear instalado bajo el hielo. En palabras del Earth Observatory de la NASA , Camp Century “fue uno de los primeros lugares donde se utilizó un reactor nuclear portátil en una base remota”.
El glaciar empezó a moverse demasiado pronto y forzó un cierre precipitado del proyecto
Pero el hielo no era estable. Ya en 1962, apenas tres años después de su apertura, el techo del edificio que albergaba el reactor había descendido dos metros debido a los movimientos naturales del glaciar . A partir de 1963, la base dejó de funcionar todo el año y solo se utilizaba en verano. En 1967, fue abandonada. El reactor fue retirado, pero gran parte de la infraestructura quedó bajo el hielo , junto con toneladas de materiales contaminantes.
Según un estudio publicado en Geophysical Research Letters en 2016, Camp Century albergaba entonces “alrededor de 200.000 litros de combustible diésel, 24 millones de litros de aguas residuales sin tratar y una cantidad considerable de PCB”. Estos últimos son compuestos organoclorados con efectos tóxicos persistentes , prohibidos décadas más tarde por su riesgo para la salud humana y el medioambiente .
La existencia de la base y del Proyecto Iceworm se conoció oficialmente gracias a documentos desclasificados en los años 90. En ellos se detalla que Dinamarca nunca autorizó la presencia de armas nucleares en su territorio . El Gobierno danés creyó que la cooperación era exclusivamente científica, según consta en el estudio El hombre de hielo que nunca llegó , del Scandinavian Journal of History , donde se expone que “la Administración Kennedy confiaba en obtener el consentimiento danés, aunque sin base real para pensarlo”.
La NASA identificó los restos ocultos con un radar aéreo más de medio siglo después
En abril de 2024, la antigua base volvió a salir a la luz. Un equipo científico de la NASA que utilizaba el radar UAVSAR a bordo de un avión Gulfstream III detectó estructuras subterráneas a unos 30 metros bajo el hielo. Chad Greene , glaciólogo del Jet Propulsion Laboratory , formaba parte de esa misión aérea. Las imágenes generadas por el radar mostraron una silueta densa, geométrica y perfectamente reconocible . Gardner, otro de los investigadores a bordo, explicó en declaraciones recogidas por la NASA que “al principio no sabíamos qué era”.
El hallazgo reabrió el debate sobre los restos de la Guerra Fría y sus riesgos ambientales. En 2021, la Universidad de Copenhague publicó un estudio en Frontiers donde se concluye que, hasta el año 2100, la fusión del hielo no alcanzará todavía la zona contaminada . “El campo de escombros cartografiado seguirá enterrándose a mayor profundidad en la capa de hielo de Groenlandia”, señalan los autores. La nieve ha seguido cayendo sobre Camp Century. Pero el legado de su historia, y de los acuerdos que nunca se firmaron, sigue ahí.