Dieciocho de agosto de 2000, la ciudad de Motril está inmersa en la celebración de sus fiestas patronales y multitud de vecinos se preparan para asistir al concierto de Café Quijano. Sobre las 21:30 horas, Antonio Fernández lleva a su hija María Teresa hasta una calle céntrica de la ciudad, cerca del semáforo que había antes junto a la calle Cuevas. Estaba en rojo. "Me dijo que la dejara allí mismo, que cruzaba el paso de peatones para ir a casa de su novio. Después iban a bajar a la playa a recoger a unos amigos. Le pregunté que si quería dinero, le ofrecí 2.000 pesetas que llevaba encima y me dijo que no hacía falta, que ella llevaba también unas 2.000 y monedas sueltas. Que tenía suficiente para tomarse una cocacola o dos y una patata asada. No quiso nada", relata su padre. Desde entonc

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