Concentrémonos en lo mero importante y ubiquémonos en el México de entre siglos y hasta 2018, digamos unos 35 años. Su mercado laboral se dedicaba a producir pobres, incluso pobres extremos, todos los días. Ustedes acudían a trabajar —aun en la formalidad— y su sueldo no alcanzaba para comprar dos canastas alimentarias.

¿Recuerdan el monto del salario mínimo oficial en el año 2016, por ejemplo? Pues era de 73.04 pesos diarios, equivalente a 2,191 pesos al mes. Y las autoridades de entonces lo celebraban así: ¡aumento de 4.2%!, se lee en el comunicado de entonces ¡2% por encima de la inflación! Acto seguido, los economistas ortodoxos, dentro y fuera del gobierno, reconocían “la responsabilidad” de la medida, lanzaban sus bendiciones a los estoicos trabajadores y cantaban aleluyas a la “pro

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