Hasta ora no se sabe cómo, por qué ni de dónde, ¿o sí?, fue que llegó el gringo, o los gringos esos, a poner aquí su laboratorio.
Que era un gringo, dicen por ai, o varios gringos, y quién sabe, ya ve que a todos los güeros acá les dicen gringos.
Los campesinos, como todos en este maldito desierto donde sobreviven los más pobres de los pobres, se habían dedicado desde siempre, desde sus ancestros, desde añales, digamos, al duro y mal pagado oficio de tallar lechuguilla y quemar candelilla, que pos... qué remedio...
Cuando el hambre y la necesidad chingada se juntan...
Sino que las gentes de los ranchos cercanos empezaron a mirar aquellas avionetas, dicen que una blanca y una negrita, paradas en los barrialotes, en los llanos, que están a espaldas del ejido “El Dorado”, a orilla de la c