La luna siempre fascinó a los egipcios . No solo iluminaba las noches a orillas del Nilo, sino que en el antiguo Egipto también guiaba la vida cotidiana y los rituales sagrados . Era un símbolo religioso que, además, resultaba clave en su astronomía.
Cada fase tenía su propio significado: la luna nueva daba inicio al ciclo y anunciaba nuevos comienzos; el primer cuarto creciente representaba crecimiento y expansión; el plenilunio simbolizaba madurez y plenitud; y el último cuarto menguante invitaba a la reflexión y a prepararse para un nuevo ciclo.
Observar el cielo era mucho más que mirar estrellas: era interpretar mensajes que conectaban lo humano con lo divino . Niños y aprendices estudiaban los ciclos lunares, mientras los sacerdotes y faraones los utilizaban para or