Historias demasiado humanas
Dar más de lo que tenemos puede sonar a nobleza, a entrega, a amor puro. Pero muchas veces es apenas otra forma de autodestrucción. Porque cuando nos vaciamos por completo, no sólo dejamos de sostener a otros… también dejamos de sostenernos a nosotros mismos.
Un sacerdote que conozco me lo enseñó sin proponérselo. Llevaba más de una década donando sangre. Un día, en el hospital, un chico se le acercó con intención de donar. El sacerdote le explicó que no podía por ser menor de edad. El chico, con algo de desafío, le preguntó cuántas veces había donado él. “Cuarenta y cuatro”, respondió. Después le explicó que lo hacía cada tres meses, el tiempo exacto que el cuerpo necesita para reponer el medio litro entregado. Ni antes, ni después. El cuerpo no negocia con s