En un mundo donde la corrupción parece más una regla que una excepción, los regímenes autoritarios destacan por su descarada doble moral. Se llenan la boca hablando de austeridad y de combatir la corrupción, mientras acumulan fortunas y poder a espaldas de su gente. Predican transparencia, pero sus actos cuentan otra historia.
Venezuela es un ejemplo claro de esta contradicción. Maduro ha sido señalado internacionalmente por encabezar una red de narcotráfico de alcance global y, al mismo tiempo, por amasar una fortuna personal insultante. Estados Unidos le ha confiscado bienes por un valor cercano a los 700 millones de dólares. Entre estos activos se encuentran dos aviones privados, lujosas propiedades —incluyendo una mansión en República Dominicana y varias en Florida—, una granja de cab