Hay quienes miden la calidad del entrenamiento por la cantidad de sudor que dejan en la camiseta. Y cuando terminan empapados, jadeando, con las piernas temblando, sienten que “ahora sí entrenaron bien”. Como si el único lenguaje válido del cuerpo fuera el del agotamiento.

Pero el esfuerzo no siempre significa avance. Cansarse no es garantía de mejora. Y entender eso es una forma de madurez física… y también mental.

MÁS NO SIEMPRE ES MEJOR

El cuerpo no responde a la intensidad con gratitud automática.Tiene sus límites. Tiene sus ritmos.Y cuando los ignoramos, responde con lesiones, con fatiga crónica, con desmotivación. Hay una delgada línea entre el estímulo suficiente y el castigo innecesario.

El entrenamiento no es una competencia constante contra el cuerpo, sino una conversación

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