NUEVA YORK – El hambre es la destrucción lenta y silenciosa del cuerpo . Privado del sustento básico, el cuerpo primero quema las reservas de azúcar del hígado. A continuación, funde los músculos y la grasa, descomponiendo los tejidos para mantener con vida al cerebro y otros órganos vitales.

A medida que estas reservas se agotan, el corazón pierde su fuerza, el sistema inmune colapsa y la mente empieza a desvanecerse. La piel se tensa sobre los huesos y la respiración se vuelve débil. Los órganos empiezan a fallar sucesivamente, falla la visión y el cuerpo, ahora vacío, se escapa. Es una forma prolongada y agónica de morir .

Todos hemos visto las imágenes de bebés y niños palestinos demacrados que se marchitan como resultado de la inanición en brazos de sus madres. Sin embargo,

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