En un día cargado de tensión, Evo Morales se dirigió a las urnas rodeado por un escudo humano de leales. Llevaba un marcador rojo, prometió anular su voto y desafió una orden de arresto que lo persigue a cada paso.

Un cordón sindical alrededor de un “padre político”

Llegaron al amanecer, con camisas blancas que atrapaban la primera luz mientras se desplegaban por las polvorientas calles de Lauca Ñ. Radios crepitaban, camionetas rugían en ralentí, motocicletas se alineaban en formación. Algunos sostenían en alto la wiphala multicolor de Bolivia; otros ajustaban la barrera humana con disciplina ensayada.

Su tarea era simple, su propósito absoluto: custodiar a Evo Morales, el expresidente al que aún llaman su “padre político”.

“No es solo Evo: él es nuestro padre ideológico, político, org

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