Tengo grabada en la memoria la imagen de cuando mi madre me llevó a la clínica para ponerme la vacuna antivariólica. Aquel “raspado” dejó en mi delgada pierna una marca que aún conservo. Mi mamá eligió esa zona porque, según ella, la cicatriz en el brazo (como la suya) era "muy fea". Así comenzó mi relación con la medicina… hasta que todo cambió.

Con el nacimiento de mi hermano Miguel Ángel, mi tío Ernesto Feo Codecido (hermano de mi madre y su partero), quien había estudiado homeopatía, aconsejó a mis padres que no lo vacunaran. Desde ese momento, las vacunas desaparecieron de nuestra casa y los tratamientos homeopáticos tomaron su lugar.

Mi madre, admiradora incondicional de su hermano, quedó fascinada con el principio fundamental de la homeopatía: "lo similar cura lo similar". Si tení

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