“La belleza cautiva el alma para hacerla disponible a lo trascendente”.

Simone Weil

Hace unos días me detuve frente a un árbol en plena floración. No era la primera vez que lo veía, pero aquella tarde fue distinto. Estaba ahí, en medio de la ciudad, como si no supiera del ruido ni del apuro. Me quedé mirando sus flores color lavanda, que se abrían como pequeñas ofrendas al sol. Y algo dentro de mí también se abrió. Sin saber por qué, me brotaron lágrimas. No de tristeza. De reconocimiento.

Estoy visitando a mis padres, que viven en una ciudad bañada por el mar Adriático. Algunos días comienzo la mañana nadando o caminando junto a la orilla. Ayer, frente a la playa -serena como un plato- volví a sentir esa perplejidad callada que me desborda. Una belleza inexplicable, que transforma sin

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