Generalizar siempre fue un deporte arriesgado, porque en el mundo hay mucha gente, cada uno es de su padre y de su madre y, como decía mi abuelo, a todos hay que darles de comer. Por eso divagar sobre el «volkgeist» de los pueblos es tarea complicada. Aun así, el clásico siempre se atrevió a aventurar que el inglés es empirista; el francés, racionalista y el alemán, idealista. Pero, ¿y el español? Ah, España esa vieja nación, laberinto de espejos cóncavos y convexos. Aquí no son pocos los que han aseverado que Andalucía o Castilla-La Mancha son territorios progresistas porque durante muchos años han votado socialismo secularizante. Y, sin embargo, no encontrará el viajero regiones más conservadoras de espíritu, más depositarias de las esencias hispanas. Ya lo decía Gustavo Bueno: la identi

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