La muerte no avisa ni discrimina, no soslaya ni perdona, no se excusa ni da marcha atrás; es un tajo seco en la garganta y ya está.

Se lleva a malos y buenos por igual. Antes o después sucede lo mismo, toca a nuestra puerta y nos arranca de cuajo, sin oír a nada ni a nadie, ni distraerse en su faena; viene por nosotros, nos embarca en su trineo de sombra y silencio, y se va.

Este 9 de febrero se llevó a un hombre de respeto, equilibrado y sosegado; bien plantado y consciente, con pies de plomo y alma de emprendedor; buen médico y excelente amigo, referencia en el Estado y voz de mando en diversas asociaciones y gremios: medica, comunicacional y empresarial, y ciudadano observante de las leyes y consecuente con los suyos a carta cabal.

Habiendo apenas cruzado el meridiano de la vida, en

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