Les ha tocado, seguro, andar por la banqueta de una calle cualquiera y sentir, de pronto, que un cable roza su cabeza… Sí, cables de esos delgados de fibra óptica que cuelgan como lianas en la jungla asfáltica de la ciudad.

Algunos los atan a árboles, otros a canceles, y hay hasta quienes los trozan para que nadie se ahorque al pasar (en años anteriores eran noticia los motociclistas que, bravos por la banqueta, se enredaban con estos cables, y no hay duda de que, conforme pase el tiempo y más cables cuelguen, ocurrirá algún percance).

Una clásica es que los camiones o automóviles suelen arrancarlos si se atoran en sus llantas, y los árboles que se caen en esta temporada de lluvias suelen desprenderlos.

Pero ¿qué hacer con ello? O, como dicen para invocar al Chapulín Colorado: ¿Quién po

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