Quince días después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y 12 después de la explosión de la segunda en Nagasaki , lejos de relajarse la actividad en las instalaciones secretas del Laboratorio Nacional de los Álamos, en Nuevo México, continuaba a ritmo febril. Con la guerra ganada luego de la rendición de Japón, los Estados Unidos avizoraban un nuevo enemigo, la también victoriosa Unión Soviética , en la disputa por la hegemonía mundial. En ese juego, el poder de las armas se veía como decisivo, ya fuera para utilizarlas efectivamente en una contienda o como elemento de disuasión. Por eso, los científicos del Proyecto Manhattan seguían trabajando: ahora, en el desarrollo de una tercera bomba atómica , mucho más poderosa que las que habían convertido a las ciudades jap

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