En la imaginación colectiva, tener un instrumento musical implica saber tocarlo o practicar con regularidad. Sin embargo, la realidad es más amplia: muchas personas poseen un piano, una guitarra o un violín que apenas usan, pero cuya presencia en casa sigue teniendo un valor psicológico y afectivo significativo. Este fenómeno, que podría parecer anecdótico, es respaldado por estudios sobre motivación, identidad y bienestar emocional.

Un instrumento, incluso inactivo, actúa como un símbolo de potencial. Es un recordatorio físico de una aspiración creativa, un vínculo con una versión de nosotros mismos que desea expresarse musicalmente. Según la teoría de la autodeterminación (Deci & Ryan, 2000), los objetos que representan nuestras metas pueden sostener la motivación intrínseca, incluso si

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