Para la elección de 2017, el oficialismo -entonces agrupado en la Nueva Mayoría- enfrentaba diversas tensiones. Tributarios de un gobierno marcado por sus conflictos internos y por el caso Caval, la posibilidad de reelección se asomaba como incierta y existía el temor no solo a que Bachelet entregara por segunda vez el gobierno a la oposición, sino a que el resultado del experimento neomayorista derivara en una superación desde la izquierda o en una regresión concertacionista.
Ante ese escenario, las tesis de los diversos grupos diferían en forma y fondo y poco a poco los partidos empezaon a encontrar en Alejandro Guillier, que mostraba una posición ascendente en las encuestas, una vía de resolver, al mismo tiempo, la necesidad de contar con una carta competitiva y de no entregar la hegem