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Sobre las tres de la tarde del 21 de agosto, Cali se estremeció. Un camión cargado con cilindros bomba estalló frente a la base aérea Marco Fidel Suárez y el aire se llenó de humo, gritos y sirenas. Vidrios rotos sobre las calles, cuerpos tendidos, vecinos sin entender qué había pasado. La cifra fue desgarradora: seis muertos, más de cincuenta heridos y la certeza amarga de que la guerra no se había ido: solo estaba agazapada.

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Detrás de ese atentado, señalan las autoridades, estaría el frente Jaime Martínez, una de las disidencias más temidas de las antiguas Farc. Un nombre que en Jamundí, en Cali, en los pueblos del norte del Cauca, ya no se pronuncia con ligereza. P

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