Los incendios forestales no terminan cuando se extinguen las últimas llamas. Después, llega el momento de restaurar un territorio desprovisto de su cubierta vegetal y con un suelo gravemente degradado, junto a la pérdida de biodiversidad, el deterioro del paisaje y las consecuencias para el mundo rural que lo rodea. El fuego deja tras de sí un terreno más vulnerable a la erosión, con pérdida de nutrientes, daños severos en la fauna y la flora silvestres, una transformación profunda del paisaje y un impacto económico y social que afecta de forma directa a la población local.
En España, está prohibido cambiar el uso forestal de un terreno quemado durante al menos 30 años, por lo que la restauración no debe ser una excusa para la especulación, sino una oportunidad para reconstruir ecosistema