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Cuando Alfonso Quiñones imaginaba su futuro, no era como fundador de uno de los despachos de arquitectura más respetados de la Ciudad de México. Y ese plan no tardó en desmoronarse. Gracias a los amigos de su padre, se sintió atraído por la industria inmobiliaria y la exploró. Sin embargo, el lado empresarial del desarrollo inmobiliario no lo nutría creativamente, y cuando algunos proyectos no prosperaron como debían, el futuro que había proyectado en ese sector pareció derrumbarse. Pero en las ruinas de esas a