Existe consenso sobre que el atributo más importante y universal que necesita una economía para motorizar el ahorro y la inversión, o sea la prosperidad y el bienestar de la sociedad, es la confianza. Justamente el ingrediente del que más carece la economía nacional desde hace mucho, o más bien del que carece el país en general.

Más que en los enfoques económicos, la razón bien podría estar en que cada vez con más frecuencia y habitualidad la discusión política -y los procesos electorales, obviamente- se han convertido en disputas de barras bravas o malevos, en peleas de comadres de conventillo, en insultos y descalificaciones, en operaciones mediáticas de baja estofa, en acuerdos secretos espurios, en sucios arreglos y fraudes que el pueblo sospecha pero que nadie se atreve a mencionar

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