TALLINN, Estonia (AP) – Antanina Kanavalava dice que sus cuatro primaveras en una colonia penal bielorrusa como prisionero político fueron llenos de miedo y angustia que todavía la persigue.

Casi perdió los derechos de los padres a sus dos hijos pequeños cuando inicialmente fue arrestada. Su sagacidad se deterioró de coser uniformes militares en una habitación con poca luz. Negó el ataque incluso a micción básicas como productos de higiene femenina, usó trapos o lo que pudo encontrar en medio de condiciones insalubres.

“Las mujeres en prisión pasan por el averno y ni siquiera pueden quejarse con nadie”, dijo Kanavalava, de 37 primaveras, a The Associated Press a posteriori de su libertad en diciembre. “El director de la prisión me dijo directamente que personas como yo deberían ser puest

See Full Page