Os voy a contar algo un tanto extraño. Hace tres años, cuando dejé París, me fui a vivir a un pueblecito de los Alpes muy cerca de Ginebra, a Annecy. Nada más afincarme, visité la enorme iglesia en mitad del bosque que se aprecia desde todo el pueblo, La Visitation, cuya única torre quiere tocar el cielo. Y descubrí que el cuerpo de un tal san Francisco de Sales descansa a la izquierda del altar.
El nombre me sonaba, por los centros salesianos, pero nada más. Leyendo sobre el templo, supe que Francisco es el patrón de los escritores. ¡Y me emocioné mucho! No soy nada religioso, pero tengo una parte mística, quizás por haberme criado en las mismas calles de Úbeda que inspiraron a san Juan de la Cruz, y lo aproveché. Así que peregriné a pie hasta el templo varias veces para contarle cómo ib