Al menos tres veces a la semana Jorge Macri se sienta en un café random de la Ciudad y coloca un cartel con la frase “Escucho”. Lleva consigo una birome y un cuaderno donde anota los reclamos, las sugerencias y los pedidos específicos. De esas charlas, más las reuniones con vecinos (que pasaron de dos o tres veces por semana a seis, de lunes a sábado), el domingo el jefe de Gobierno se sienta a hacer un resumen. Cuando lo termina manda al chat de Whatsapp de ministros, comuna por comuna, los principales ejes de conflicto o los reclamos más trascendentes y hasta nombra a qué ministro le corresponde resolverlos. Pueden ser temas puntuales pequeños, desde una rama de un árbol, a una obra de infraestructura vinculada a paso bajo nivel.
Con todo, tras la derrota electoral de mayo, y luego del